sábado, 10 de marzo de 2012

Dos pueblos, un “hummus”. Los israelíes han demostrado que son el colectivo menos ético de la historia de los judíos


Me pidieron que viniera a hablarles hoy del actual conflicto, dentro de nuestras filas, entre los que apoyan la solución de un estado para el conflicto israelí-palestino, y los que abogan por dos estados para dos pueblos.

Curiosamente, este es un tema que apenas comento, y no porque sea corto de visión, de opiniones o de ideas, sino porque creo que el destino de los pueblos de Palestina e Israel deben decidirlo los propios israelíes y palestinos. Yo, por ejemplo, no veo qué cualifica a un académico judío de Nueva York o activista para que determine cómo deben vivir las personas en Palestina o en cualquier otra parte. Por otra parte, nunca he visto a un palestino tratando de aconsejar a los activistas de solidaridad occidentales cómo dirigir su vida. Sostengo entonces, que nuestro entusiasmo “intervencionista” de predicar a los demás cómo deben vivir, en realidad es un tanto pretencioso.

Pero obviamente el asunto es más profundo: a pesar del hecho de que Israel es un Estado orgánicamente soberano -ya que está reconocido como un Estado entre las naciones, tiene un sistema de saneamiento propio, una red eléctrica, una línea internacional con código propio-, muchos de los líderes del mundo occidental insisten en que, en realidad, debería dividirse en dos. Pero, ¿no creen que es bastante inusual que la "comunidad internacional" siga ciegamente la ideología sionista que erige una muralla entre dos pueblos de la tierra, inspirada racialmente en esa ideología?

Sí, en lugar de entrar en un debate interminable e inútil aquí, yo propongo que debería comenzar a partir de un punto en el que todos estamos de acuerdo: supongo que todos aceptamos que actualmente Israel es un Estado único, sin embargo, está dominado política y espiritualmente por un sistema político etnocéntrico discriminatorio.

Israel se define como el Estado judío y el significado práctico es bastante devastador. Está impulsado racialmente. Las leyes de Israel a favor de la población judía en los pueblos indígenas de la tierra. Israel es inmune a los pensamientos universales y éticos. Básicamente se establece para servir a una tribu a expensas de los pueblos de la tierra.

Yo insistiría en que para hacer frente a cualquier tema que tenga que ver con la resolución del conflicto entre Israel y Palestina primero debemos entender qué es Israel. Sin duda, debemos preguntarnos qué implica la naturaleza judía de Israel. Debemos, de una vez por todas, llegar a entender la relación entre el sionismo y el judaísmo.

El sionismo se presentó inicialmente como una promesa utópica para parir un nuevo "judío auténtico éticamente civilizado"; prometió hacer de los judíos “un pueblo como todos los demás pueblos". Pero la realidad israelí demostró que es todo lo contrario de esa aspiración. El sionismo fracasó totalmente. Los israelíes han demostrado que son el colectivo menos ético de la historia de los judíos. Uno puede preguntarse, ¿por qué, dónde y cuándo empezó a ir todo tan mal? ¿Cuándo falló el sionismo? Si el sionismo era un momento único en el despertar y la autorreflexión judía, entonces, ¿por qué no cumplió sus promesas? Creo que la respuesta es devastadora. El sionismo estaba condenado al fracaso desde su mismo comienzo, pues a pesar de tener una base pseudo-secular, se enredó con una ideología cuasi-religiosa, e inevitablemente, transformó la Biblia en un registro de la propiedad, y a Dios en un agente de bienes raíces. Fue, entonces, el carácter judío del Estado judío, el que prevaleció sobre la incipiente utopía sionista. Es el carácter judío de Israel el que ha llevado a la limpieza étnica, la segregación, el aislamiento, y, en última instancia, la resurrección de los muros del gueto europeo.

Con el fin de contemplar una perspectiva de un futuro de paz, entonces debemos ser capaces de entender la complicada relación entre los judíos, el sionismo, Israel y el judaísmo, y tenemos que preguntarnos si existe una visión lúcida de la paz dentro del discurso judío ideológico y cultural.

Pero, ¿estamos siquiera autorizados a hacer estas preguntas? Yo digo sin duda que sí, tenemos que hacerlo. Después de todo, Israel abiertamente y de manera consciente e incluso con orgullo se define como el Estado judío. Desde el aire sus aviones dejan caer bombas sobre los barrios palestinos densamente poblados decorados con símbolos judíos. Sin duda, entonces, tenemos derecho a preguntarnos qué significa ser judío y cuál es su papel dentro de la psique judía y el espíritu.

En mi libro The Wandering Who -que en breve publicará en castellano la editorial Ediciones de Oriente y del Mediterráneo (N. de T.)- he tratado de desenredar este nudo. He tratado de entender de qué se trata la política de identidad judía en todo este asunto. Puse de manifiesto la continuidad entre el sionismo, judíos anti-sionistas y algunos elementos dentro de la izquierda. En el libro trato de averiguar, ¿cuál es el significado de ser judío y cómo está relacionado con la política judía y el poder político judío?

En las últimas páginas del libro elaboré en un escenario ficticio de paz en el que un imaginario primer ministro israelí que llega a entender, casi de la nada, que el conflicto palestino-israelí se puede resolver con una única anunciación.

En una conferencia de prensa, el imaginario primer ministro de Israel anuncia al mundo y a su pueblo:

"Israel se da cuenta de sus circunstancias particulares y su responsabilidad en la paz mundial. Israel llama al pueblo palestino a regresar a sus hogares. El Estado judío se convierte en un Estado de sus ciudadanos, donde todas las personas gozan de plenos derechos de igualdad".

Aunque sorprendidos por la repentina acción israelí, los analistas políticos de todo el mundo se apresuran a darse cuenta de que, teniendo en cuenta que Israel representa a los judíos del mundo, una simple iniciativa pacífica de Israel no sólo va a resolver el conflicto de Oriente Medio, sino que además también acabaría con dos milenios de desconfianza mutua y de resentimiento entre cristianos y judíos. Algunos académicos israelíes de extrema derecha, ideólogos y políticos se suman a la iniciativa revolucionaria y declaran que ese heroico acto unilateral israelí podría ser el único y total para el cumplimiento completo del sueño sionista, pues no sólo los judíos regresaron a su presunto hogar histórico, sino que también han logrado, por fin, amar a sus vecinos y ser amados.

Pero no contenga la respiración, así como esa imagen se ve de emocionante, no debemos esperar que suceda en el corto plazo. Israel no es un Estado normal y un escenario semejante no encaja en su etnocéntrica ideología judía que tiene raíces en la exclusividad, la excepcionalidad, la supremacía racial y una profunda e inherente inclinación por la segregación.

El significado de esto es muy preocupante. Para que Israel y los israelíes cumplan la promesa inicial sionista de convertirse en “un pueblo como los demás” debe suprimirse en primer lugar cualquier rastro de superioridad ideológica. Para que el Estado judío pueda llevar una iniciativa de paz, antes hay que “des-sionizar” a Israel, tiene que dejar de ser el Estado judío. Asimismo, para que un imaginario primer ministro israelí pueda traer alguna iniciativa de paz primero debe dejar de lado el sionismo.

Como están las cosas, el Estado judío es categóricamente incapaz de llevar a su pueblo a la reconciliación. Carece de los ingredientes necesarios para pensar en términos de armonía y reconciliación. Hasta el momento, Israel sólo puede pensar en términos de Shalom, un término que, en realidad, sólo significa "paz y seguridad para los judíos".

Pero ¿qué pasa con los judíos del mundo?, ¿pueden empujar a sus hermanos israelíes a la reconciliación? Realmente no creo que puedan. Recientemente me encontré con algunos datos estadísticos devastadores recogidos por el Institute for Jewish Policy Research, JPR, (Instituto de Investigación de Políticas judías). La encuesta estudió “la actitud de los judíos residente en el Reino Unido respecto a Israel”. El estudio reveló que "la inmensa mayoría de los británicos (judíos) encuestados muestran un fuerte apoyo personal y una afinidad con Israel: el 95% visitó el país, el 90% lo ve como la "patria ancestral del pueblo judío, y el 86% siente que los judíos tienen una responsabilidad especial por su supervivencia”.

Aunque algunas voces judías “progresistas” insisten en decirnos que los judíos de la diáspora se están alejando de Israel y el sionismo, el informe del JPR revela todo lo contrario. Nueve de cada diez judíos británicos siente afinidad con un Estado criminal de guerra, ejecutor de una limpieza étnica, racista y discriminatoria.

Pero ¿qué pasa con el uno de cada diez judíos que se opone abiertamente a Israel? ¿Hablarán y nos ayudarán a llevar el mensaje de la paz a lo largo y a lo ancho? Tampoco estoy muy seguro. Lo más probable es que estos harán lo que puedan para impedir que hablemos del judaísmo y del hecho de que el 90% de sus hermanos se identifican con el Estado judío. Antes de mi aparición en Toronto, los organizadores del evento de esta noche fueron objeto de constantes acosos por parte de varias organizaciones antisionistas e individuos de la misma inclinación ideológica. Al igual que sus hermanos sionistas, muchos judíos antisionistas están preocupados en gran medida por los asuntos tribales judíos. Ellos lucharán contra el antisemitismo, “la negación del Holocausto” o cualquier intento de comprender el judaísmo desde una perspectiva universal. Entonces, como revela la encuesta de JPR, conseguirán muy poco dentro de sus respectivas comunidades.

Pero la situación no puede ser totalmente sombría. De hecho soy un poco optimista. Durante largos momentos me convenzo de que las únicas personas que pueden traer la paz son en realidad los palestinos, porque Palestina, contra todo pronóstico y a pesar del sufrimiento sin fin, la humillación y la opresión, es todavía una sociedad ecuménica éticamente orientada.

Entonces, ¿qué podemos hacer por el momento, debemos luchar por un estado o por dos estados? Supongo que se dan cuenta ahora que soy un firme partidario de un Estado único. Me encantaría ver a Israel transformarse en un Estado de todos sus ciudadanos. Quisiera reconocer abiertamente que ese Estado no va a ser un Estado judío. Será Palestina. Ya es hora de decirlo abiertamente, Israel pertenece al pasado. Y, sin embargo, yo sostengo que los hechos sobre el terreno determinarán el futuro de la región. Y lo que vemos en el terreno puede ser alentador.

A pesar del dolor, la animosidad y la desconfianza entre los dos pueblos, hay un principio sobre el que tanto los israelíes como los palestinos pueden acordar, a saber: "Dos pueblos, un hummus". Puede sonar frívolo, banal o trivial decirlo, pero en realidad es mucho más profundo que sólo una sugerencia culinaria. Los israelíes se van convirtiendo en la minoría en esa tierra. Como oí decir una vez al embajador de Palestina en Gran Bretaña, Manuel Hassassian, "Israel tiene muchas bombas letales, los palestinos sólo tienen una bomba demográfica”.

Curiosamente, cuando los israelíes quieren sentirse auténticos, no hablan en yiddish o en arameo, en realidad blasfeman en árabe y comen hummus. El significado de esto es simple, en el fondo de sus corazones los israelíes saben que Palestina es la tierra e Israel solamente un Estado. Cuando los israelíes quieren vincularse con Sión, en realidad plagian a los originarios de la tierra, los israelíes en su interior saben que el cielo, el mar, Al Quds, el Monte de los Olivos, el Mar de Galilea, el Muro de las Lamentaciones, la lengua árabe y el hummus pertenecen a la tierra. También entienden que la opresión, la excepcionalidad y la supremacía pertenecen al Estado, su propio Estado judío.

“Dos pueblos, un hummus’” es mi imagen de la paz y la reconciliación. La tierra se quedará para siempre –el fallido Estado judío ya es objeto de investigación histórica- Ambos pueblos cenarán juntos y no solamente compartirán el hummus, pueden incluso compartir entre ellos el pan de pita.

Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.

No hay comentarios:

Publicar un comentario