viernes, 11 de febrero de 2011

EL VELO Y LA CORBATA

Carlo Frabetti es italiano (Bolonia, 1945), pero vive en España y escribe habitualmente en castellano.Escritor y matemático, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York, ha publicado más de cuarenta libros, muchos de ellos para niños y jóvenes, como La magia más poderosa (Alfaguara, 1994)

El velo que las mujeres tienen que llevar obligatoriamente en algunos países islámicos, es lamentable, desde luego. Pero aún más lamentable es la actitud de muchos occidentales que se creen superiores o más civilizados porque nuestras mujeres pueden ponerse o quitarse lo que les venga en gana. Esos bobos occidentocéntricos se olvidan de varias cosas. Por ejemplo, de la corbata.
En Occidente, la mayoría de los hombres se ven obligados a llevar corbata en su trabajo y en muchos lugares y situaciones. Y la corbata, amén de antifuncional y ridícula, es tan lamentable como el velo. Es clasista y es, sobre todo, machista: es el estandarte del “señor”, que lo distingue tanto de la mujer como del obrero, y, junto con su inseparable chaqueta, constituye el uniforme del macho dominante.
La mujer, cuando se pone “elegante” (es decir, cuando reafirma su estatuto social mediante la indumentaria), tiene innumerables opciones. El varón, sólo una: el uniforme. ¿Y quiénes llevan uniforme? Los militares, los policías, los curas... Es decir, las personas cuya pertenencia a un cuerpo o estamento determinado les confiere algún tipo de autoridad.
La corbata es un símbolo (uno de los más relevantes, a pesar de su inofensiva apariencia ornamental) de nuestra cultura patriarcal y clasista. La corbata es vanidosamente reaccionaria, chillonamente falocrática. Desconfiemos de los que la eligen. Y combatamos a los que la imponen: no son mejores que quienes obligan a llevar velo o cuelgan crucifijos en las aulas donde los niños deberían aprender a pensar.
Otro día podríamos hablar de los zapatos de tacón...

CARTA DE IDENTIDAD




















Escribe que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, con paciencia, en un país
en el que todo lo que hay
existe airadamente.
Mis raíces,
se hundieron antes del nacimiento
de los tiempos,
antes de la apertura de las eras,
del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la hierba.
Mi padre…
de la familia del arado,
no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego,
sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina
de cañas y maderos,
¿te complace?…
Soy nombre sin apodo.

Escribeque soy árabe,
que tengo el pelo negro
y los ojos castaños;
que, para más detalles,
me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca
y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.
Que vivo
en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos
están en la cantera o en el campo…
¿Te enfadarás por ello?

Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste
estas rocas…
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?…

Escribe, pues…
Escribe
en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues!…
¡Cuidado con mi hambre,
y con mi ira!
Mahmoud Darwich nació el 13 marzo de 1941 en el pueblo de Al-Birwa, en la Galilea, y ha sido el poeta palestino más reconocido en el exterior, honrado con reconocimientos como la medalla del Caballero de las Artes las Letras de Francia en 1997, el premio Lotus en 1969, el Lenin, en 1983, el premio de la fundación Lannan a la libertad cultural, en el 2001, y el Príncipe Claus de Holanda, en 2004.
Tras el estallido de la primera guerra árabe israelí, su pueblo fue destruido y sus habitantes obligados a un exilio forzo.
Su célebre poema de 1964, Identidad (Sajjel: Ana arabi), basado en un formulario israelí, se convirtió en un himno del todo el mundo árabe.
En 1970 se vió obligado a abandonar su tierra y exiliarse primero en Moscú y luego en El Cairo, Beirut y una sucesión de capitales árabes.
Darwish formó parte del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), cargo al que renunció en protesta por la firma de los acuerdos de Oslo, en 1993 entre palestinos e israelíes.
Fue el autor, en 1988, de la Declaración de la Independencia Palestina, lo que le valió, junto con su obra en defensa de la libertad y de su tierra, el sobrenombre de “poeta de la resistencia”, si bien también supo cantar a la vida y al amor.
Falleció en Houston (Estados Unidos) el 9 de agosto de 2008